LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
El Concilio Vaticano II°, en el decreto sobre el Ecumenismo Unitatis Redintegratio, afirma que: "Por la gracia del Espíritu Santo ha surgido un movimiento, cada día más amplio, para el restablecimiento de la unidad de todos los cristianos". El tema se inserta en la perspectiva de la unidad de los discípulos con Cristo y por lo tanto entre ellos, pero al mismo tiempo, también en la aceptación de la diversidad de los dones y de las personalidades que no perjudican a la Iglesia sino que la enriquecen (cf. Ef 4, 1-7).
Sin embargo, a través de los siglos, cuando los cristianos de las diversas Iglesias han creído tener el monopolio de la Verdad y del Espíritu Santo, en aquel momento, han empobrecido la Iglesia y la han desacreditado ante un mundo que siempre ha pedido la coherencia de los cristianos con Cristo, uno con el Padre y con el Espíritu Santo. Cuando una Iglesia, por la variedad y la multiplicidad de los dones, cree ser superior a otra, allí, el verdadero don, que es el Espíritu Santo, está como entristecido. El verdadero Ecumenismo se funda esencialmente sobre la humildad. Humildad que significa disponibilidad y apertura porque reconoce al otro superior a sí misma..
Si las varias Iglesias, que a lo largo de los siglos de la historia han desarrollado en modo diverso el patrimonio cristiano, la herencia recibida de los Apóstoles, cada una según las propias condiciones históricas y culturales, hoy no se deciden por la vía de la humildad, las oraciones no significarán nada: ritualismo vacío, cosas por hacer, ya que al menos de esta manera, el mundo calle.
Pero si ciertamente podamos engañar al mundo, no podremos engañarnos a nosotros mismos y a Dios. Sepamos que la unidad de la Iglesia depende de nuestra unidad con Dios y de nuestra humildad en recibir al otro, en cuanto otro unido a nosotros, porque, como afirma San Pablo: "En verdad todos nosotros hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo" (1 Cor. 12,12).
La búsqueda de la unidad de los cristianos tiene por objetivo la eliminación de todas aquellas dificultades introducidas en la vida de los cristianos, tanto divergencias de fe como divergencias doctrinales, que han sacudido y turbado la armónica articulación del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, unidad de los bautizados que creen en su nombre.
Es la búsqueda de la plena comunión en la verdad toda entera, en la plena caridad. Es este un cuadro de catolicidad que se expresa en una vasta gama de variedades de vida cristiana.
La diversidad y multiplicidad de dones, provenientes del Espíritu Santo, hacen la unidad fecunda y dinámica, ofreciéndole varias potencialidades de crecimiento y de expresión.
La oración con Maria Theotokos no está separada del contexto celebrativo por la unidad de los Cristianos. En efecto, es la celebración con Ella que ha alcanzado su unidad personal y con Dios. Podemos llamar a la Santísima Virgen, la Unidad por excelencia.
Unidad consigo misma, en su dimensión psico-física, y unida con Dios, en su dimensión espiritual. Maria entonces, se transforma no sólo en el modelo, sino también en causa de la unidad.
Sí, causa, lo repito sin miedo, pero con motivaciones teológicas y espirituales.
En el párrafo evangélico de las Bodas de Caná, descubrimos que es Maria quien desvela y revela el amor de Dios y la misteriosa obra de reconciliación entre Dios y los hombres, hecha por el Señor.
El agua transformada en vino es un claro signo no sólo de la reconciliación entre la naturaleza divina y la humana, sino sobre todo es un signo de la transformación naturaleza humana en la divina a través de la divinización ofrecida por Cristo a la humanidad.
"En Él hemos sido redimidos por medio de su sangre, y hemos recibido la remisión de los pecados según la riqueza de su gracia, que Él ha derramado abundantemente sobre nosotros con toda sabiduría e inteligencia, porque nos ha hecho conocer el misterio de su voluntad, según su designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos reunir todas cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola cabeza, que es Cristo" (Ef. 1, 7-10)
Así Jesús el Cristo ha restablecido la relación de comunión entre el hombre y Dios y en su última plegaria al Padre antes de su muerte, ruega por la unidad de todos aquellos que creerán en sus palabras (Jn 17, 21).
Maria, en Caná, hace que los "siervos" cumplan con lo que Él les manda.
Más allá de discusiones teológicas, necesarias para alcanzar el acuerdo en la fe, más allá de los contactos también necesarios para un conocimiento recíproco cierto, los cristianos de las varias confesiones, gracias a Maria, ven siempre más lucidamente que la vía para la unidad para a través de una común y plena adhesión a las exigencias del Evangelio: "Haced lo que Él os dirá" (Jn. 2, 5).
El objetivo de celebrar a Maria es aquel de profesar la fe. La fe de Maria es, y debe ser, la fe del discipulo. En nuestro tiempo de miedos y de crisis sobre el significado de la vida y de crecientes ideologías materialistas, que niegan la vida eterna, el anuncio de la Virgen fiel, de la unida a Dios, no obstante la oscuridad de la vida y de la cruz, permanece siempre como muy urgente.
La reflexión sobre la fe de Maria penetra en los pliegues más escondidos de la crisis del hombre contemporáneo, dando sentido a su vida, vida en la cual las tentaciones de la muerte (guerras, terrorismo, explotaciones, prostitución, hambre, droga, aborto, eutanasia) parecen a veces prevalecer sobre las verdaderas razones de la vida misma.
La reflexión sobre la fe de Maria lleva a los cristianos a vivir las virtudes, de las cuales la más importante es la humildad. Los cristianos deberían decirse unos a otros lo que Maria dice a todos: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos…también a vosotros, para que vivan en comunión con nosotros" (Jn, 1, 1-3)
Pero para que esto pueda suceder, es necesario un testimonio de unidad de vida en la oración y en el compartir.
"Todos eran asiduos y concordes en la oración, con Maria, la madre de Jesús" (Hech. 1,14). "Todos los que se habían convertido estaban juntos y tenían todas sus cosas en común" (Hech. 2, 42 ss)
La exigencia fundamental des restablecimiento de la plena unidad, de la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, del amor sobre el odio, de la comunión sobre la división, nunca como hoy es tan sentida y querida.
La potente intercesión de la Teotokos, aún hoy implore el don del Espíritu Santo para que cambie nuestra insípida agua de las divisiones, en buen vino de la unidad, para que el mundo sepa que Jesús es el Cristo, el ungido del Espíritu y el enviado del Padre para salvar y dar sentido a la vida del hombre, que así salvado y divinizado, pueda dar gracias a la gloria de Aquel que es, que era y que viene, nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amen.
Don Vicente