(POR LA GRACIA DE DIOS Y DESIGNACIÓN DE LA SEDE APOSTÓLICA ARZOBISPO DE CATANIA)
Cuando llegó la plenitud del tiempo Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer, a fin que recibieramos la adopción como hijos (Gal. 4, 4-5). Es éste el suceso extraordinario o central de la historia de Jesús, plenitud y revelación del Padre (Heb. 1, 1-2), es también el único mediador de la salvación (Jn 14, 6; 1Tim 2, 5; Heb 9, 15). La mujer de la que habla San Pablo, San Ignacio de Antioquía la llama María, mientras San Juan la indica simplemente como "la madre de Jesús" (Jn 2, 1).
En el año del Gran Jubileo del 2000, aniversario de la Encarnación del Señor, "la gloria jubilar -proclama Juan Pablo IIº- no sería completa si la mirada no se dirigiera a Aquella que en la obediencia plena al Padre ha concebido en la carne, para nosotros, al Hijo de Dios. Llamada a ser Madre de Dios, desde el día de su concepción virginal, Maria ha vivido plenamente su maternidad, llevándola a su coronación sobre el Calvario a los pies de la cruz donde, por don admirable de Cristo, Ella se hizo también madre de la Iglesia, indicando a todos la via que conduce al Hijo" (Incarnationis Mysterium, 14).
A partir del misterio de Cristo, desde que la aldeana del Evangelio gritó a Jesús: "feliz el vientre que te llevó y el pecho que le alimentó" (Lc 11, 27), el culto de la madre del Señor, ya presente en la iglesia de los orígenes (cf. Lc 1, 42; Jn 19, 26-27); Hechos 1, 14), tomó las vías del mundo, celosa y alegremente difundido en toda la Cristiandad, dando resonancia a la profecía del Magnificat, donde la Virgen proclamó: "desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Ha hecho en Mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es santo" (Lc 1, 48-49).
Nuestra bella tierra de Sicilia, de tiempo inmemorial la honra significativamente como la bedda Matri, dedicándole numerosas iglesias y lugares de culto. Catania le ha consagrado, en el territorio de la Diócesis, unos nueve santuarios, los cuales se han transformado, a lo largo de los siglos, cada vez en más pequeños y poco numerosos, considerando la gran alma cristiana catanese y su amor filial y devotísimo hacia la Gran Madre de Dios.
Recientemente, durante el servicio episcopal de mi venerado predecesor, a iniciativa popular, innumerables muchedumbres se han dirigido a la explanada de la Roca de Belpasso, donde tantos fieles, en grupos y singularmente, llegan en férvida y silenciosa plegaria. Las peregrinaciones provenientes de Sicilia, de Calabria y también de lugares más alejados, ya no se cuentan y mientras el fenómeno no parece disminuir, son siempre más frecuentes los casos de declaraciones espontáneas de conversiones y de otras gracias recibidas, sobre cuya seriedad no se puede dudar.
En este contexto, hace algunos años he considerado oportuno conceder la autorización de un templete dedicado a Nuestra Señora Reina de la Paz, que se ha transformado en punto de referencia para muchos fieles. Al mismo tiempo, he indicado una presencia pastoral más atenta en este "lugar de oración" donde una nueva y seria situación religioso-espiritual se ha ya consolidado.
Queriendo ulteriormente significar el aprecio por una religiosidad popular altamente compuesta y devota, con el fin de calificar rectamente al pueblo santo de Dios que desea honrar en la Reina de la Paz a Dios Padre Todopoderoso, a su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo Amor, con el presente
DECRETO
Se eleva a la dignidad de Santuario Diocesano Mariano
al Templete de la Roca de Belpasso
Quiera la Reina de la Paz, en el Jubileo del 2000, extender la gracia y la alegría del Año Santo al mundo entero y hacer que la Iglesia, en camino de peregrinación hacia el Tercer Milenio Cristiano, esté siempre atenta al honor de la Santa Trinidad adorabilísima, para el servicio de humanización y elevación espiritual de la sociedad y para la salvación de todos los hombres redimidos por la Sangre preciosísima de su Hijo el Señor Jesús.
Catania, 1º mayo 2000