1 de mayo de 1988

Como se preveía (dado el día festivo) el flujo de gente a Belpasso es indescriptible. Diseminadas por las zonas alrededor de la roca se pueden calcular cerca de 150.000 personas. Es la máxima concurrencia desde el inicio de las apariciones.
La gente proviene de todas las provincias sicilianas y de varias regiones de Italia. Ya comienza a hacer calor, y muchos, en la espera, buscan refugio del sol bajo paraguas. La aparición (la última, como se sabrá después) con el regreso de la hora legal italiana, tiene lugar a las 13 exactas. Finalizado el coloquio, Rosario se aleja del lugar escoltado por las fuerzas del orden, mientras ansiosamente la gente espera conocer el contenido del mensaje.
Luego de una media hora, desgraciadamente es doloroso para todos escuchar al joven que, con la voz quebrada por el llanto, dice casi al final: "...¿Cómo?...¿No vendrás más?...".
En este momento los presentes comprenden claramente que la Reina de la Paz no vendrá más a la roca de Belpasso Se alejan del lugar, muchos llorando, todavía incrédulos y con el ánimo cargado de tristeza, pero también con un hilo de esperanza por el anuncio (como dice en el mensaje) de un futuro regreso, cuya fecha está escrita sólo en los designios de Dios.

Hijos míos, en estos meses he dado muchos mensajes para convertirlos. El Señor ha tocado muchos corazones y los ha inflamado con el amor de Su Corazón, ha confortado a muchos desconsolados, ha llevado la paz a muchas familias y a muchos corazones. Ha hecho entender a todos qué estupenda y maravillosa es la oración, cuán eficaz es el recitado del Santo Rosario y por lo tanto, Mi intercesión ante Él, cuán agradables le son los sacrificios y la penitencia ofrecidos para reparar las ofensas y para convertir a los pecadores, pero por sobre todo les ha hecho entender cuán indispensables son los Sacramentos para la vida eterna. Les ha dado la alegría y seguirá dándoselas en la Santa Misa.
Hijitos queridos, ¡cuántas veces los he invitado, casi suplicándoles, a hacer lo que les aconsejaba, a aceptar las leyes justísimas de Nuestro Señor!
Mis apariciones han servido para reavivar en sus almas el espíritu de fe, de confianza, de amor. Los frutos espirituales se obtienen con la constancia, con el abandono total a la misericordia de Dios. Los protegeré siempre, y aún si como árboles se doblan ante el viento, manténganse firmes: confíen en Mí.

R: Virgencita, tengo tantas cosas por pedirte: si curarás a los enfermos, si concederás algunas gracias espirituales y materiales a alguien.

M: Algunos ya han sido curados y escuchados, otros curarán más adelante, otros en cambio, no serán escuchados: deben rezar y pedir perdón por sus pecados. El mundo ha ofendido mucho a Nuestro Señor y debe corregir sus propios errores.
Ahora debo decirte una cosa muy importante, y tu puedes decírsela a todos.
Después del período de paz que concederé al mundo por medio de Mi Corazón, sucederá que muchos se alejarán de Dios, y se avergonzarán de Él.
Finalizado el período de paz, sucederán muchos eventos desagradables, para cada familia, para cada ciudad, para cada nación, por el mundo entero. Esto ocurrirá porque muchos se dejarán estar otra vez y se olvidarán de Dios y de sus Leyes.
La Iglesia tendrá que sufrir mucho. Antes de que todo esto suceda, te advertiré de modo que tu puedas decirlo a todos. Éste será el signo tangible de mis apariciones y es más importante que los signos en el cielo por su gravedad. No se descorazonen, miren siempre a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
Que el Santo Evangelio esté en sus mentes, en sus palabras, y sobre todo, que esté escrito en sus corazones.

R: Virgencita, ¿deseas otra cosa de nosotros?

M: No, nada más. Vivan cotidianamente mis mensajes en los que les repito que hagan lo que les dice Mi Hijo. Los bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que el Padre esté en sus mentes, el Hijo en sus corazones, el Espíritu Santo en sus almas... Ahora debo irme.

R: Virgencita, ¿seguirás viniendo?

M: No, no vendré más.

R: ¿Cómo... no vendrás más?

M: Regresaré más adelante, pero esto no quiere decir que te haya abandonado. Mi Corazón Inmaculado estará siempre contigo, y ya que la paz del mundo fue confiada a este Corazón, cuando él triunfe, será celebrada la Reina de la Paz.

Dichas estas palabras, la Virgen se elevó serenamente hacia el cielo, donde nos espera maternalmente.

 

 

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